Para poder abordar esta cuestión, lo primero sería aclarar qué es el concepto del “arte”.
El arte es una forma de expresión y una forma de comunicarse. Es la tarea tan complicada de dar forma a un sentimiento, ya sea en forma escultórica, pintura, en forma de canción o de la manera que el artista desee y sea capaz de realizar.
El artista al crear la obra, ese sentimiento queda plasmado y perdurará generación tras generación, al igual que un escritor escribe una novela o un director crea una película.
Al extrapolar este concepto al mundo empresarial, nos damos cuenta que ambos inician desde el mismo punto. Con una inquietud en mente, deciden tomar acción para expresar una idea o querer relacionarse con las demás personas de una forma u otra.
Al igual que una empresa no es nada sin clientes a los que pueda dar servicios, una obra pierde valor si no hay nadie con quien compartir esa idea.
Dos obras pueden parecerse, pero lo que hay detrás de cada una, la esencia, es única e irrepetible, esto ocurre también con las empresas.
Hoy en día, más que nunca, es importante empezar con un fin en mente, con una filosofía, con unos valores y proyectos, y aunque estos proyectos a veces puedan tomar un giro, la esencia seguirá siendo la misma. Todo emprendedor tiene proyectos que han fracasado, como todo artista tiene lienzos a medias que no han llegado a buen puerto. Siempre sabrás cómo quieres empezar, pero realmente, nunca sabrás cómo acabará tu proyecto.
El arte surge desde el espíritu, desde el alma, y si nos fijamos en las empresas que dejan huella y marcan épocas, todas lo hacen a través de transmitir mensajes poderosos, de transmitir esencia y alma.
Cuando estos dos mundos se unen, surge una nueva dimensión.
Aunque el arte y el mundo empresarial sean diferentes, la esencia es la misma. Crear, relacionarse y expresarse.